Después de esa caída sin esperanza, somos absorvidos por la tremenda oscuridad que nos espera.
Dulce es, sin ninguna luz que pueda alumbrarnos.
Porque la oscuridad es, en sí, la ausencia de luz.
Y un lugar sin luz, es un lugar sin esperanza.
Donde nuestro temores hacen participio de su inestabilidad en los sentimientos.
Nadie puede pararlo.
Siempre que el sujeto piense que no puede salir de esa oscuridad que le envuelve.
De la burbuja en la que se esconde.
Después de todo, la culpa de nuestros actos lo tienen siempre los sentimientos.
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